El segador (Reaper Man en su idioma original) es la undécima novela de Mundodisco de sir Terry Pratchett... ¡y una de las mejores!
Quien no conozca el Mundodisco o a su creador, no sé a qué está esperando. Pratchett es un escritor maestro cuyos textos de fantasía y humor esconden una literatura cuidada y detallada y grandes cucharadas de cinismo y realidad. No conozco a ningún otro autor cuyos libros, habiendo leído ya unas dos docenas de ellos, me sigan haciendo sonreír invariablemente, y aún soltar ocasionales y sonoras carcajadas incluso en el más aburrido autobús lleno de gente gris un lunes por la mañana. Tampoco conozco ningún mundo tan fantástico como el Mundodisco (un mundo plano que reposa sobre los lomos de cuatro elefantes que reposan sobre la gran tortuga A'Tuin que navega por el universo con destino desconocido) que al mismo tiempo sea reflejo de la realidad como ningún otro.
En El segador, uno de los protagonistas es la Muerte, que es uno de los personajes más reconocibles del Mundodisco. Y el que en más de sus novelas aparece. Por algo será. Debido a ciertas circunstancias, en esta novela la Muerte tiene el tiempo contado... y decide aprovecharlo y bajar al Mundodisco a vivir y disfrutar de él. Un personaje lleno de curiosidad, la Muerte intentará comprender a los humanos y aparentar ser uno más de ellos. No siempre con éxito.
La ausencia de la Muerte, naturalmente, tiene efecto en el resto del Mundodisco, donde los que deberían morir no están muriendo. En la ciudad de Ankh-Morpork (de la que todos los caminos se alejan de ella), los magos de la Universidad Invisible toman el protagonismo; el archicanciller Mustrum Ridcully y su equipo docente buscan una solución al problema; mientras un mago zombi se une a un variopinto club que reclama los derechos de los no-muertos y busca su propio modo de morir.
Es una novela desternillante y, de las veintipico que he leído de las ya en torno a cuarenta que son de Mundodisco, sólo la pongo por debajo de la obra maestra que es ¡Guardias! ¡Guardias!. Aunque sea la 11ª de la serie, se puede leer perfectamente sin conocer nada más. Aunque si alguien prefiere empezar desde el principio, el clásico El color de la magia es por donde empezar.